30 de abril de 2013

"No todas las rosas quieren saber de algún rey"

El niño desde su pre-adolescencia se dedicó a clavar clavos sobre una tabla de madera.
Al llegar a su madurez se presentó la oportunidad poner en juicio su vocación y para ello debió presentarse frente a un maestro.
Al llegar al clímax de su destino, el joven adulto entregó su trabajo y humildemente esperó la devolución del sabio, esperando sus elogios:

-Es un buen trabajo el que hiciste con esta madera, tu técnica para clavar clavos es de las mejores que he visto…

-Gracias, señor…

-Pero estás desaprobado.

-¿Por qué?, clavé el clavo sobre la madera de forma perfecta e indiscutible… toda mi infancia fue prepararme para este momento, ¡sufrir y trabajar hasta el cansancio! Trasmuté las fibras y forjé el metal, soy la sutileza del golpe y la danza del martillo… Fue perfecta mi obra.

-Si, pero esa madera es roble.

El joven se retiró del castillo, silencioso como el sueño de un arácnido. Al llegar a su taller lloró desconsoladamente, hasta convertirse en árbol.