Donde el Destino ya me ha relegado;
Donde jamás penetra un rayo rosado y alegre;
Donde, sólo, con la Noche, áspera huéspeda,

Condena a pintar, ¡ah! sobre las tinieblas;
Oh, cocinero de apetitos fúnebres,
Yo hago hervir y como mi corazón,

Un espectro hecho de gracia y de esplendor.
En un soñador paso oriental,

Yo reconozco a mi bella visita:
¡Es Ella! Negra y, no obstante, luminosa.


Poesia de:
